Porque cuando una noche en la calle La Bola viene ella y te regala un pollo asado con patatas fritas no sabes si morir del susto o de la indigestión.
Por ello y con la esperanza de que el milagro se repitiese, por algún tipo de razón que escapa a mi entendimiento, oramos:
Padre chino que estás en el limbo,
traenos un pollo yo te lo pido,
que esté asado, pero no sea robado,
un, dos, tres, cuatro.

L.
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